Por Doctor Guillermo S. Santibáñez González, Doctor en Psicología, especialista en Psicología Clínica.
La diabetes como condición crónica de salud impacta directamente en el mundo interno de la persona, esto es, que produce un cambio en la manera de mirarse a sí mismo, de entender cómo funciona su cuerpo, de sus rutinas, su estilo de vida y la forma en cómo se relaciona consigo mismo y con los demás.
El tratamiento diabético “invade” gran parte de la vida del paciente produciendo un desequilibrio – ojalá temporal- que desafiará sus mecanismos psicológicos de adaptación, forzándolo a regular su autoestima, sus emociones negativas y sus modos de vinculación, para evitar desarrollar alguna psicopatología que afecte su adherencia.
Las personas con diabetes tienen entre 2 y 3 veces más probabilidades de presentar depresión que las que no sufren de esta enfermedad. La depresión, como una alteración persistente del estado de ánimo, tiende a ser más frecuente en las personas con diabetes, ya que es el resultado de un fracaso en los mecanismos auto regulatorios de la vida anímica.
Es importante comprender que la diabetes no sólo entra en el cuerpo de la persona sino en su vida familiar y social, por ello el apoyo del entorno inmediato y sus cercanos es muy importante para compensar los sentimientos de soledad e indefensión que pueden surgir frente a una condición médica percibida como amenazante.
El apoyo del equipo tratante es otro factor fundamental para mejorar las condiciones anímicas de los pacientes, sentir que son acompañados de manera empática y con paciencia en un proceso de constante aprendizaje y desafíos como es el tratamiento diabético.
En cuanto a la persona misma, deberá valorar honestamente sus condiciones afectivas y buscar actividades de ocio, pasatiempos o sociales que reactiven su motivación y vitalidad, evitar el aislamiento y la auto discriminación. De no superar su estado depresivo prontamente, idealmente buscar la atención de algún profesional de salud mental.
Por otro lado, la ansiedad y la frustración son emociones que todos podemos experimentar en nuestra vida cotidiana. La primera responde a un patrón de anticipación de pensamientos negativos o amenazantes y la segunda es un derivado de la ira que se manifiesta cuando sentimos que no logramos nuestras metas o propósitos de la manera en que lo deseábamos.
Ambas emociones pueden verse intensificadas en las personas con diabetes debido a su constante estrés por mantener su condición crónica bajo control o minimizar las consecuencias de un mal cuidado diabético. Esto provocaría un estrés acumulativo debido a que las personas estarán anticipando los efectos negativos de su condición de salud o se sentirán constantemente irritables por no conseguir sus metas de autocuidado o tener que postergar otras necesidades emocionales por priorizar su tratamiento.
Es aconsejable manejar estos estados emocionales de acuerdo a lo que cada persona sienta como más apropiado para sí misma. Habrá quienes necesiten un tiempo para poner en orden sus ideas y reorganizar su rutina con apoyo de la familia o amigos. Otros necesitarán paliar los síntomas somáticos de la ansiedad con actividades de relajación, música o imaginería guiada por alguien especialista. Algunos necesitarán sentirse acompañados y buscar apoyo emocional en sus cercanos o algún profesional de la salud mental para regular de mejor manera sus estados afectivos. Lo fundamental es tomar consciencia de que estas emociones son señales de alerta que nos permiten revisar qué nos está pasando y tomar acciones para su manejo.